EL ARBOL DE LA CIENCIA
Autor: PÍO BAROJA
ISBN: 9788437624860 00005
Editorial: CÁTEDRA (Mil Letras)
Fecha de edición: 2005
Fecha de su primera publicación: 1911
Número de páginas: 292
Número de páginas: 292
Sinopsis:
Para Azorín esta novela resume mejor que ninguna el espíritu de Baroja. Y efectivamente: sus principios filosóficos y sociales, la reacción frente a la miseria y el dolor, y los elementos autobiográficos hacen de esta obra muestra privilegiada del mundo del autor. Médico, como Baroja, el protagonista de "El árbol de la ciencia" asiste impotente a los desafueros de una socidad mezquina y envilecida. Entre el determinismo fisiológico y la rebelión moral hay la búsqueda de una camino propio.
Jareth: UN POSO DE AMARGURA EXISTENCIAL
Vaya por delante que EL ARBOL DE LA CIENCIA es uno de mis libros favoritos. Y lo digo para que me disculpéis por si las palabras que seguirán a éste, el inicio de mi reseña, llegaran a traslucir un exceso de fascinación y devoción por él. El por qué es uno de mis libros favoritos sería una pregunta larga y extensa de contestar, no exenta de elementos en extremo personales y muy vinculados incluso a aspectos más allá de lo literario y yo diría que casi intrabiográficos, lo que para mí no es otra cosa que una biografía del pensamiento de uno mismo. Un pensamiento, que como la vida misma, crece, se conforma y varía, no siempre en respuesta a planes pretéritos, conscientes, deseados y racionales si no en ocasiones en respuesta a aspectos caprichosos y circunstanciales. Aunque no pretendo tratar todo estos aspectos en esta reseña, los traigo a colación porque esto es lo que esencialmente me parece la obra de Baroja que me ocupa: una narración, novelización si se quiere, del sentir y pensar Barojiano. Un sentir y un pensar que en el escritor vasco siempre van indisolublemente ligados, porque para él, vivir es esencialmente conocer o pensar, y el pensar deriva y conforma un determinado tipo de sentir. Algo que queda metafóricamente expuesto en la obra con las figuras contrapuestas del árbol de la vida y el arbol de la ciencia, que como si de dos opciones vitales (si acaso pudieran elegirse) se trataran, se presentan a los hombres. La opción entre una vida inconsciente pero intensa, egoísta, pródiga en deseos y pasiones, y en la prosecución de la satisfacción de estos, o una vida consciente, en exceso reflexiva, donde la verdad y la ciencia alumbran una realidad miserable y doliente.
Está claro que Baroja, al igual que su personaje Andrés Hurtado, estaba destinado a degustar el agrio fruto del árbol de la ciencia. En un pasaje de la obra su personaje llega a decir: “ el hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir”. Una afirmación que supone un giro contra el optimismo que se daba en los albores del saber humano, donde un fascinado Aristóteles decía frases como “los hombres por naturaleza hambrean saber” o “las ciencias tienen las raíces amargas pero muy dulces los frutos”.
Pero además de una plasmación o resumen del espíritu de Baroja, como señaló Azorín, EL ARBOL DE LA CIENCIA es también una demoledora novela de costumbres, un retrato, en absoluto embellecido, de la sociedad española (urbana y rural, burguesa y proletaria) de inicios de siglo como solo un agudo observador social de la talla de Baroja podía ofrecer.
En lo que respecta a los personajes decir que todos ellos respiran una autenticidad inmejorable, aún cuando muchos parecieran responder a finalidades dramáticas dentro de la obra. Nada más lejos de la realidad. Baroja vuelca en esta obra personajes y experiencias vividas, propias, que hermanan vida y ficción de manera indiscernible.
Los diálogos son ricos y variados, respondiendo a la perfección a la psicología y cultura de quienes los pronuncian. Se suceden sin estridencias los diálogos entre personajes analfabetos con otros más elevados, cuya cumbre la representan el protagonista Andrés Hurtado y su tío Iturrioz en sus vastas conversaciones filosóficas.
El estilo barojiano está en esta obra más afilado que nunca. Los que nunca hayan leído a Baroja se sorprenderán de la agilidad y ritmo de su estilo, al tiempo que de lo certero que es su trazo a la hora de definir personajes y ambientes. Es la quintaesencia de la eficacia narrativa. Para aquellos amantes del cine como yo, sería algo así como el John Ford de la novela. Un creador dotado de un estilo aparentemente sencillo e invisible, pero cuya maestría ha sido difícilmente igualada, y que ha sido, y es, objeto de admiración de tantísimos escritores y críticos literarios, amén de lectores.
Se podrían decir tantas cosas sobre esta novela… pero ante el temor, seguramente fundado, de estar haciéndome pesado diré, para concluir, que es un libro recomendable para aquellos que quieran experiencias literarias fuertes, descarnadas y en absoluto fáciles de digerir, si se lee con atención y plena consciencia de sus implicaciones. No en balde es uno de los paradigmas narrativos de la amargura existencial. Por eso ¡ojo! con su poder conmocionador.
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