sábado, 29 de septiembre de 2012

"PERORATA DEL APESTADO" de Gesualdo Bufalino





Autor: GESUALDO BUFALINO
Título original: Diceria dell' untore
ISBN/ASIN: 9788433914958
Editorial: COMPACTOS DE ANAGRAMA
Fecha de publicación: 1981
Fecha de edición: 1998
Número de páginas: 168

Sinopsis de la editorial:
En 1946, en un sanatorio para tuberculosos de la Conca d' Oro -castillo de Atlante y campo de exterminio-, unos singulares personajes, supervivientes de la guerra y presumiblemente incurables, pelean débilmente consigo mismos y con los otros, en espera de la muerte. Largos duelos de gestos y palabras; de palabras sobre todo: febriles, tiernas, barrocas a tono con el barroco de una tierra que ama la hipérbole y el exceso. Tema dominante: la muerte que se propaga sutilmente, se disfraza, se esconde, se extravía, musicalmente reaparece. Y todo esto entre los ropajes de una escritura en equilibrio entre el desgarro y el falsete y en un espació siempre más acá o más allá de la historia...que podría incluso simular un escenario o la niebla de un sueño.




Jareth: PERORATA DE UN POETA ÓRFICO


Esta es la primera novela de Gesualdo Bufalino, ese escritor “secreto” hasta los 60 años, modesto, humilde y poco amigo de los fastos de la fama del que tan bien habla y se habla en el artículo que Enrique Vila Matas le dedica y que os emplazo a leer:

http://www.enriquevilamatas.com/textos/relbufalino1.html 


Decía que Bufalino había sido un escritor “secreto” y extremadamente reservado, prueba de ello es su hermética dedicatoria en este libro: “A quien lo sabe”, lo cual no es del todo cierto o no al menos siempre, como acostumbra a pasar con todo lo humano, por suerte para los amantes de la lectura. No lo es del todo por diferentes razones. La primera de ellas porque en esta novela nos regala una historia que además de rabiosamente atmosférica, rabiosamente lírica, rabiosamente bella y emotiva, es también rabiosamente confidencial. Lo es porque Bufalino vuelca en ella gran parte de su experiencia vital, de sus pensamientos más íntimos, como tuberculoso en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Su personaje protagonista, de hecho, no deja de ser un trasunto literario del autor comparable a éste no sólo a nivel biográfico sino intimo, incluso se expresa con la voz, con el genio y la desbordante cultura con que sólo Bufalino podría hacerlo. Por eso se entiende (y queda más que justificada por la misma realidad) que el joven soldado instalado en el sanatorio de la Conca d’ Oro muestre y demuestre en cada página, en cada confesión y palabra, una mente cultivada y aguda como pocas. No obstante, eso multiplica la dificultad del texto, que por un lado se presenta como una confesión sinceramente abierta pero, por el otro, encierra dificultades estilísticas no aptas para todos los paladares. Aún así merece la pena el esfuerzo. Os lo aseguro.




Siguiendo con las razones que antes mencionaba, la segunda sería que el mismo Bufalino ofrece al final del libro unas “instrucciones de uso” para su lectura donde allana el camino al desamparado lector, revelándole de paso parte del andamiaje genético de esta hipnótica obra. Unos apéndices que Bufalino escribió para cuando sus amigos leyeran la obra pero que, afortunadamente, han visto la luz pública.

La tercera es que Bufalino quiebra su voluntario silencio revelándole la existencia de esta obra (que había escrito años antes) a su descubridor Leonardo Sciacia (que ya era un escritor consagrado por aquellos años) y, de paso, el silencio del protagonista y narrador, que nunca fue tal porque de serlo completamente nunca hubiera escrito o narrado esta historia. 

No es un secreto lo que voy a decir, ni si quiera al inicio de la novela, o sea que no se asusten los temerosos de los spoiler: el protagonista pese a estar sentenciado por la muerte consigue su amnistía, como la consiguiera el mismo Bufalino. Y es algo evidente ya desde el principio porque es él quién narra la historia. De no ser así no hubiera habido narración, ya que esta implica tal necesariamente la supervivencia de Bufalino y su narrador. Y menciono este detalle porque es importante para apreciar y degustar la novela en toda su profundidad, ya que no trata de sorpresas ni reveses inesperados, en plan éste o aquel muere y mira lo que pasa. No es una novela de trama si no de argumento, donde sus hallazgos se encuentran precisamente en la situación terminal, excepcional, de unos personajes que se saben terriblemente enfermos y próximos a la muerte.




El personaje protagonista, que no tiene nombre, reforzando la idea de que es el mismo Bufalino, se encuentra a camino de una muerte sublime y una salvación mediocre. Su situación terminal convierte en solemnes y especiales cada uno de sus vivencias, hermanándolo a un personaje trágico digno de Sófocles o Eurípides, al que sólo la vida, que no la muerte, pueden quitarle el estrellato del escenario. He aquí uno de los aspectos más interesantes de la novela: el no presentar la muerte o la sentencia de muerte como algo más terrible de lo que en realidad es. De hecho, esa sentencia de muerte pesa sobre todos los hombres, incluso los sanos y jóvenes, aunque es la consciencia de su inminencia la que altera la vida de quienes la sienten. Ofrece de esta forma Bufalino un esplendido retrato de unos personajes fronterizos, encarados hacia la muerte, pese a seguir en la fina línea divisoria que cae del lado de la vida. Unos personajes, que tal y como aparece en algún momento de la narración, tendrían más que temer a la vida que a la misma muerte, ya que la primera es la verdaderamente incierta, manipuladora y engañosa. La muerte no engaña, cuando llega es definitivamente y nunca ha escondido que está ahí.

Es evidente que para narrar la historia de estos personajes, además de una voz sensible y una mente lúcida, capaz de transmitir al relato la trascendencia de la excepcional situación, hace falta un personaje que se salve. Ese personaje no puede ser otro que el narrador, que se convierte en una especie de Orfeo que regresa del reino de la muerte. El mismo Bufalino así se refiere a él cuando en sus apéndices lo menciona como “un Orfeo malvado que se gira intencionadamente (él sólo quería visitar el Hades…)”, confiriéndole al personaje un talante aún mas inquietante. 

Representación teatral de "Diceria dell´untore"

En definitiva, os animo a leer este precioso y singular libro que si bien no me ha apasionado tanto como “Las mentiras de la noche” o “Qui pro quo”, también de Bufalino, no encuentro que sea inferior a éstos en talento y belleza. Los otros son quizás más adictivos, menos solemnes, porque contienen no pocos trazos de suspense y trama que contribuyen a enganchar al lector inquieto, ávido de resolver misterios o de presenciar acontecimientos inesperados. “Perorata del apestado” no ofrece eso, porque no es de lo que trata, pero ofrece una profundidad y belleza desgarradora a aquel lector paciente y concienzudo que se atreva con él. Los amantes de las referencias clásicas encontraran no pocas joyas entre sus pocas páginas.

Mencionar también el maravilloso trabajo de traducción de Joaquim Jordá, que no debió ser en absoluto fácil teniendo en cuenta que ya desde su aparición se saludo, desde la crítica especializada, a Bufalino como un rey a la altura de otros reyes de las letras europeas como Proust o Joyce, premiando a ésta, su primera novela, con el prestigioso Premio Strega, el más importante galardón que las letras italianas pueden otorgar a una novela.



Dejando a un lado, esta sí, mi apestosa perorata no puedo dejar de ceder la voz a Bufalino, el pleno protagonista de esta novela, cuando dice:

“Tal vez por esto me había sido concedida la dispensa, sólo por esto yo me había salvado, y nadie más, de la guadaña: para prestar testimonio, cuando no delación, de una retórica y de una piedad. Aunque ya supiera entonces que preferiría permanecer callado y llevar a lo largo de los años mi perorata al seguro debajo de la lengua, como un óbolo de reserva, con el que pagar al barquero el día en que me sintiera, a consecuencia de otra y menos remisible decisión o llamada, a las puertas de la noche.”

También quisiera citar lo que otros han dicho acerca de Bufalino, de “Perorata del apestado”, de su obra en general, y que suscribo sin atisbo de duda.

“Bellísima novela: dan ganas de decirlo con toda la impudicia que este adjetivo, bellísima, hoy día encierra, y de una rara, contenida fuerza expresiva” (Enzo Siciliano en el Corriere Della Sera)

“Enfermedad, metáfora de la vida…Un libro memorable” (Fulvio Panzevi, para Il Sabato)

“¡Que maestro, este Don Gesualdo! “ ( Leonardo Sciacia, para L’ Espresso)

“Bufalino es un nombre de significación máxima por la intensidad de su visión del mundo y por la opulencia del estilo” (Miguel García-Posada)

“Unas novelas deslumbrantes, hilvanadas en una prosa de una intensidad poética excepcional” (Lluis Bassets)

“Todos los atributos de la mejor literatura, con una escritura que identificamos, por lo que tiene de difícil perfección, con los clásicos…Un narrador supremo” (J.A. Masoliver Ródenas)

“Uno de los mejores prosistas de su tiempo, con un prodigioso estilo, barroco, aforístico y metafísico” (Mercedes de Monmany)

Mi puntuación: 8 ( sobre 10 )


domingo, 23 de septiembre de 2012

"BLADE RUNNER"



<<He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tanhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir>> (Roy Batty, NEXUS 6)


Jareth: 
Sí, es Blade Runner, una de las películas más fascinantes, insondables y magistrales que ha dado la historia del moderno arte del cine. La que probablemente posea la muerte más bella, inolvidable y significativa que ha dado la gran pantalla. Una de las mejores, si no la mejor, película del género de la ciencia-ficción, aunque Blade Runner se caracterice por ser un amalgama y renovación de géneros (son ya famosas sus reminiscencias al mejor  cine negro). Vamos, que escapa a una clasificación férrea y sencilla porque supone un paso de gigante cinematográfico en varios sentidos. Una obra abierta a la trascendencia y a la  interpretación como pocas.



Pero bueno, no estoy aquí para hablar de Blade Runner, la película, de la que tanto se ha dicho pero de la que tanto queda por decir. Así que ¡ ya tardáis los que no la hayáis visto! 

Hoy tan sólo quiero presentaros algunos libros referidos a ella. En concreto dos. La primera es el estupendo estudio que Miguel Ángel Prieto le dedicó en la colección Making Of de T&B EDITORES. Un libro fantásticamente editado y con abundante material fotográfico vinculado al film (escenas, actores, vestuario, anecdotario, merchandising, etc) que hará las delicias de los fans de la película. Contiene muchísima información, bien tratada y estructurada, amén de un interesante análisis que reúne gran parte de lo mucho que se ha dicho sobre ella hasta la fecha. En definitiva, es un libro completísimo, profusa y excelentemente documentado, y que pienso que no debe faltar en la estantería de todo aquel, que como yo, tenga esta película en un altarcito dentro de su corazón...y de su mente. 




La segunda propuesta que os hago es "Blade Runner" editado por TUSQUETS. Se trata de un librito breve pero interesante, que reúne un buen número de artículos que sobre ella hicieron diferentes personalidades de ámbitos tan diversos como la poesía, la filosofía, la ciencia, la moda, el diseño o el propio cine. Esta es la lista de autores y sus artículos:

También Zeus debe caer por Rafael Argullol
- La caza del facsímil por Guillermo Cabrera Infante.
- ¿Todo lo que se mueve está vivo? por Alberto Cardín
- La fragil fama del futuro por Juli Capella y Quim Larrea
- El hombre de sable contra el infierno de Ridley por José Luís Guarner.
- El futuro ya no es lo que era por Antonio Miró.
- Irrealismo sucio por Vicente Molina Foix.
- La puerta de Tanhäuser por Fernando Savater.
- La luz perversa por Eduardo Urculo
- Rachel y las truchas por Jorge Wagensberg.

...finaliza con un hermoso epílogo poético de Antonio Tello y una entrevista a Ridley Scott.




Aprovecho también para mencionaros que recientemente se han editado en dos lujosos volúmenes una adaptación al cómic de la novela original de Philip K. Dick que dio lugar a la película, y que tiene el críptico título de  "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?". Tengo el primer volumen aunque aún no he tenido tiempo de leerlo. La curiosidad de esta obra es que supone una adaptación un tanto especial ya que en realidad no es tal, si no la transcripción  literal de toda la novela original pero dotada de imágenes y viñetas. Es decir, que no hay guionista si no que se coge a pies juntillas la obra de K. Dick y se ilustra siguiendo una narratividad visual  propia de cómic. Por ejemplo, lo que dicen los personajes está enmarcado en el clásico bocadillo pero lo que estos piensan y la voz narrativa que los acompañan aparecen en los socorridos textos de apoyo. Aparecen, incluso, las descripciones pese a verse ejemplificadas en el dibujo. Un experimento muy curioso que fue nominado al prestigioso PREMIO EISNER del 2010 en la categoría de "Mejor serie nueva". 




Su aspecto gráfico es bueno sin ser espectacular o memorable. Tony Parker con un estilo realista bastante logrado, aunque a mi parecer falto de singularidad y personalidad, consigue vestir con acierto los textos de K. Dick. El color, que corre a cargo de Blond,  también está bien trabajado lo que reunido otorga una factura visual general de calidad al cómic. 

Los volúmenes vienen además acompañados con interesantes extras, acerca de K. Dick, de su novela y del cómic. También han tenido el acierto de incluir  las  portadas originales de la colección   americana en formato comic-book, a cargo de Bill Sienkiewicz, Brett Weldele, Moritat, y otros.



En Comic Book Resources se decía a propósito de esta colección: " una maravillosa idea y una fantástica forma de dar a conocer la obra de K. Dick a nuevos lectores" . No sé, parece una propuesta interesante y una forma diferente de leer la novela original.  Ya os contaré. 




Por último, quisiera dedicarle esta entrada a un amigo con el que he tenido el placer de compartir varios visionados de esta magistral película además de otro sin número de buenas películas, libros, cómics y  juergas. Germán va por ti.  ¡Blade Runner forever!



lunes, 17 de septiembre de 2012

"ATRAPADOS EN EL PASADO. UNA AVENTURA DE SPIROU Y FANTASIO" de Frank Le Gall

Título Original: Les marais du temps
Autor: FRANK LE GALL
ISBN/ASIN: 9788467498820
Editorial: Planeta de Agostini
Fecha de edición: 2010
Número de páginas: 56

Sinopsis:
¿Habrá muerto Zorglub? Lleva meses sin dar señales de vida. El Conde de Champignac empieza a preocuparse cuando recibe un mensaje.. ¡del siglo XIX! El Conde de Champignac, Spirou y Fantasio encuentran a Zorglub en 1865, en París, en el barrio del Marais, después de haber forzado las fallas del tiempo. Allí deberán hacer frente a una banda de asesinos… ¡y a las paradojas del tiempo!




Jareth: COMPLEJO DEL CAMBIO DE AGUJAS DE TIEMPO

Aquí tenemos una de las nuevas aventuras, independientes de la colección principal,  de "Spirou y Fantasio", una de las series de comics más celebradas y memorables del cómic franco-belga, a la altura de Tintín, Astérix o Lucky Luke, por poner algunos ejemplos de sobras conocidos.

Esta historia en concreto, titulada "Atrapados en el Pasado", está guionizada y dibujada por Frank Le Gall, autor galo que pese a trabajar en la revista Spirou desde que tenía 20 años aún no había publicado ningún album sobre estos dos personajes. Su aportación a la revista Spirou hasta la fecha se centraba en la elaboración de las aventuras de "Theodore Poussin", que actualmente está siendo publicada en albunes integrales también por Planeta. 



He de decir que el hecho de que este album no estuviera realizado por Franquin, Fournier, Tomé y Janry o Morvan y Munuera, por citar algunos de los principales historietistas de la serie, me daba un poco de reparo al principio. Pero bueno, que mejor opción que leerlo y juzgar con conocimiento. Y he de decir que, una vez hecho, el resultado ha sido francamente bueno sin llegar a ser notable. Me he encontrado con una buena aventura, que respeta al cien por cien la personalidad de los personajes y que además tiene a su favor unas ilustraciones más que destacadas, sobretodo en cuanto a ambientación y localizaciones se refiere. Es evidente que Le Gall no es Franquin ni tampoco lo pretende. Su estilo es bien distinto. Por ejemplo, su Spirou a nivel de diseño y vestuario queda lejos del jovencito vestido de botones de los inicios, sin que ello signifique la perdida de la idiosincrasia  vital que lo  hiciera célebre.

"Atrapados en el Tiempo" es un cómic con todo lo que se le puede exigir a un cómic protagonizado por Spirou y Fantasio, a saber:  buenas dosis de humor, aventura y cierto suspense.   En él el entretenimiento y la diversión están asegurados si se lee sin prejuicios, sin entrar al trapo en  inútiles comparaciones.



Le Gall juega con el socorrido tema de los viajes temporales y sus consecuencias sirviéndose de lo que, en boca del Conde de Champigñac,  llama  “complejo del cambio de agujas de tiempo” y que tiene que ver no con las agujas de un reloj, como se pudiera pensar en un principio, si no con las del cambio de raíl en los ferrocarriles. Es decir que pese a moverse en un terreno ya bastante trillado tanto en la literatura como el cine, no digamos en el cómic, consigue que esto no nos importe demasiado. La frescura de la aventura y los personajes son más que suficientes para mantener el interés del lector a lo largo de sus 56 páginas.

Otro de las detalles curiosos, originales y simpáticos de este cómic, y que me ha llamado gratamente la atención,  es que en la última página reune un pequeño glosario de términos  caló que sirve para entender a algunos de los personajes que lo hablan, tal y como se hablaba en el barrio de Marais en el París del siglo XIX.




Aunque tengo claro que personalmente prefiero el Le Gall de "Theodore Poussin"  a todos los niveles, gráficos y de guión, también es cierto que no encuentro que este sea un mal cómic, ni  tan siquiera mediocre. Éste es  un trabajo hecho con solidez y oficio por un autor que conoce tan bien a los  personajes que se trae entre manos como bien conoce los entresijos de su trabajo. 

Quiero advertir que son varias las reseñas que no hablan muy bien de este tebeo en la blogosfera. Y también creo saber por qué después de leerlas atentamente.  Pienso que en gran medida "Atrapados en el pasado" se ha visto perjudicado a la hora de ser valorado, incluso disfrutado,  por el más personal "Theodore Poussin" y  su precedente, en estas aventuras independientes de Spirou y Fantasio, el también magnífico  "Diario de un ingenuo" de Emile Bravo. Es decir, que las expectativas de su aparición han sido tan  altas que es normal que el fantasma de la decepción haya hecho mella en algunos lectores. Pero, si ignoramos estos dos referentes, centrándonos únicamente en la historia que  Le Gall nos ofrece para la ocasión, estoy convencido  que serán muchos los que encuentren en él la indudable calidad habitual  de un cómic de la BD,  llegando a disfrutarlo tanto como lo hice yo. 

Mi valoración: 6'5 ( sobre 10 )


domingo, 9 de septiembre de 2012

"SIEGFRIED. LA TRILOGÍA" de Alex Alice




Jareth: BRILLANTE CLAUSURA 


Por fin ha aparecido “El crepúsculo de los Dioses”, la tercera y última entrega de la estupenda trilogía “Siegfried” de Alex Alice, cuyo primer título se editó por vez primera en nuestro país en el 2008. Cuatro años hemos tardado en ver el colosal final de una de las series más épicas, espectaculares y emotivas de los últimos años. Una serie que, en mi opinión, se convertirá en todo un clásico del cómic de aventuras y cuya versión animada, a cargo del mismo Alice, esperemos en breve se vea estrenada en la gran pantalla tal y como está previsto.  

Los tres albums que componen la saga son “Siegfried”, “Siegfried II: La Valquiria” y “Siegfried III: El crepúsculo de los Dioses” y están lujosamente editados por NORMA EDITORIAL. El argumento base de la trilogía de Alice  no es otro que el mítico drama musical “El anillo del Nibelungo” ( Der Ring des Nibelungen), cuya composición exigió del compositor alemán Richard Wagner 26 años de su vida y que hunde sus raíces, con plena libertad creativa, en figuras y elementos de la mitología germana, particularmente de las Sagas islandesas, así como del “Cantar de los Nibelungos”, el poema anónimo germano del siglo XII que era considerado por los románticos alemanes como su “Saga Nacional” por excelencia.  La mencionada obra de Wagner se compone de cuatro   óperas épicas que son “El Oro del Rin”, “La Valquiria”, “Sigfrido” y “El crepúsculo de los dioses”. No obstante, a diferencia de P. Craig Russell que sí las adaptó fielmente y al completo, Alice se centra tan sólo una parte de la vasta tetralogía wagneriana. En concreto en toda aquella  que tiene como principal epicentro al personaje de Siegfried. Aún así,  la obra abunda en  necesarias referencias a hechos anteriores que permiten entender el drama de los personajes en toda su magnificiencia, y que son introducidas por el francés con plena maestría y tino. 


El primer album se inicia majestuosamente con un prólogo (“Obertura” en referencia a su origen musical) vigoroso, dramático y carente de diálogos. Todo él está narrado únicamente con imágenes, en una  sinfonía visual de viñetas, a cual más impresionante, que muestra ya desde el inicio la poderosa habilidad narrativa del guionista y dibujante francés. En ella vemos  a dos personajes, un hombre y una mujer, que azotados por una sobrecogedora tormenta de nieve, avanzan penosamente por un bosque. La mujer está embarazada y parece que huyen de alguien. Al llegar a una llanura, frente a un lago helado, son alcanzados por sus perseguidores: un grupo de indiferenciados jinetes, que ocultan sus rostros tras fantasmagóricos  yelmos, y que van completamente vestidos de blanco, como completamente blancas son sus monturas. Rodean a la joven pareja y se mantienen a distancia, esperando algo… o a alguien. Entonces, de  una  enorme nube negra, desciende, a lomos de un caballo negro, un gigantesco jinete que lleva una lanza y viene seguido de un par de cuervos (aunque la escena es muda, queda instantánea e inequívocamente claro que se trata de Odín, Wotan, padre de todos, y sus inseparables cuervos Hugin y Munin). Éste extiende su amenazante lanza hacia la sufrida pareja, en gesto de condena, y el joven, acorralado,  se lanza contra él espada en mano...
 Pero prácticamente nada puede romper la sagrada lanza de Odín, que representa la inquebrantabilidad de su ley, y la espada se rompe cuando golpea con ella. Acto seguido, el aguerrido hombre es fulminantemente atravesado por la lanza, cayendo inerte junto a su amada, que se retuerce del dolor y mira suplicante al implacable Dios. Como única respuesta, Odín se arrodilla junto a la hermosa joven y le retira una dorada manzana del pecho. Le retira su inmortalidad. Luego la abandona a su mortal suerte, desvalida y sola  en la rugiente tormenta. Pero hay alguien que aún observa, por unos instantes,  a la agonizante muchacha desde el linde del bosque. Uno de los jinetes blancos. Una de las valquirias. Luego desaparece, la chica desfallece sobre la nieve, y  la quebrada espada del joven se hunde en las heladas aguas del lago. 


De esta bella y dramática forma da comienzo una saga que no pierde interés en ningún momento, incluso para aquellos que  ya conozcan la historia por otras fuentes. Y es que Alex Alice ha sabido imponerle su impronta propia al clásico, más allá de lo puramente gráfico, dando a los socorridos personajes su toque personal, una voz propia, pese a la enorme deuda contraída con sus orígenes.


También introduce una estructura narrativa distinta, en absoluto clásica, y alejada del original. Una vez acabado el prólogo, anteriormente explicado, el autor nos traslada a una húmeda caverna construida de forma natural por una agrupación de  retorcidos árboles, completamente cubiertos por un verdísimo musgo, y en el centro de la cual hay una laguna. Frente a ella, a ambos lados, se encuentran una valkyria y Volvä, una ancestral criatura con cuerpo de árbol y cabellera de helechos, que tiene como don el manejar las estancadas aguas para mostrar el pasado, el presente o el futuro, a quien éste dispuesto a pagar un precio por ello. Ambas conversan acerca de un tal Siegfried, del que la valkyria quiere saber si tendrá éxito en su empresa. La vieja Volvä remueve las aguas y vemos, al igual que la valkyria, una serie de acontecimientos pasados que nos ponen en antecedentes. Así descubrimos como Odín sometió todo lo conocido al poder de su lanza Gugnir, de su ley. Todo menos una cosa. Todo menos el Oro. Un Oro que otorga un terrible poder a quién lo posee, pero que  a cambio exige una infinita renuncia a amar o ser amado. Odín, que no estaba dispuesto a renunciar al amor, ocultó el Oro bajo las aguas de una laguna y puso a la mayor de sus hijas,  una valkyria, como su guardiana. Y así permaneció, fiel a su cometido, exiliada desde la noche de los tiempos, hasta que un buen día descubrió algo que Odín no había previsto: un apuesto joven se arrodilló sobre las aguas de la laguna, ella lo vio y se enamoró perdidamente. Su descuido fue aprovechado por Fafnir, el más repulsivo del pueblo de los nibelungos, criaturas que cavan la tierra, temerosos de la luz del Sol que los convierte en piedra. Fafnir, que se había enamorado de la bella Valkyria y que había sido rechazado numerosas veces por ésta, se apoderó del Oro y maldijo por siempre el amor. De regreso a su cavernoso reino mandó que su hermano, el hábil herrero Mime, le forjara un anillo con el Oro. Un anillo que acabó devorando y que le convirtió en un temible y despiadado dragón que desde entonces carcome las entrañas de la Tierra y amenaza con la destrucción del mundo. Odín, cargado de ira por el descuido de su hija, por el que considera un imperdonable desacato a su ley, la persigue a ella y su amado con el final  ya visto en el prólogo. Lo que no se veía en él, y ahora sí, es que la joven, antes de morir, hace entrega de su recién nacido hijo a un nibelungo que pasa por allí huyendo de la locura de Fafnir. El nibelungo es el herrero Mime y el niño es Siegfried. De esta forma  vamos viendo, a través de las imágenes conjuradas por Volvä, la dura infancia del niño, junto al cascarrabias Mime y una manada de lobos, en la frondosidad del bosque. Vemos cada uno de los pasos, aventuras y sucesos que lo llevarán a su incierto enfrentamiento con el dragón Fafnir, en pos de su destino.



Alex Alice juega con maestría y firme pulso con diversas líneas temporales a lo largo de los tres albums, reforzando la idea del inamovible destino. Consigue construir, ya sea sirviéndose del pasado, del presente o incluso del futuro, un relato sólido, épico y terriblemente dramático, digno de la grandiosidad mítica de la leyenda a que hace referencia. Eso no quita que haya momentos para el humor, la ternura y lo íntimo. Más bien al contrario, la savia de la que se nutre esta colosal aventura se encuentra en los sentimientos de sus personajes, ya sean hombres, dioses o nibelungos. “Siegfried”, el cómic, sabe combinar a la perfección lo intimo y lo épico, lo pequeño y lo grande, las pasiones y deseos de unos personajes con una grandilocuente y mayúscula lucha por la salvación del mundo. De hecho, todos los personajes se verán siempre superados, una y otra vez, por sus sentimientos más profundos, incluso aquellos que debieran estar por encima de ellos. Alice nos ofrece así una galería de personajes fantásticamente construidos, que encajan a la perfección en una historia que les trasciende a todos ellos.

El artista francés logra tocar varias teclas a lo largo de ésta, su particular sinfonía. Teclas que no se encuentran en Wagner, ni en "El Cantar de los Nibelungos”, pero que dotan al relato de nuevos e insospechados ecos como, por ejemplo, el humor y la profunda ternura de la relación entre Mime y Siegfried, pese a sus más evidentes diferencias. Humor que también se trasladará a la relación entre Mime y Grane, el corcel volador, y que siempre estará perfectamente medido y controlado para no quebrar la épica y dramatismo general de la obra. Alice es consciente que, para conseguir emocionar al máximo al lector con las escenas  épicas y dramáticas, antes tiene que ir construyendo con esmero un lazo de conexión empática de éstos con el lector, de manera que éste no sea indiferente a lo que les pueda suceder. Una de las formas de conseguir tal vínculo es con esas escenas,  simpáticas y distendidas, que nos muestran el lado más tierno y divertido de los personajes. Eso no quita que los aspectos más feos y despreciables  se nos oculten. No. Alice también nos muestra las caras más detestables de todos ellos: su egoísmo, su obstinación, su crueldad, su falta de piedad, su ambición... Pero como en todo buen personaje ni los unos ni los otros agotan su personalidad, definiéndolos férreamente,  si no que conviven en esa sutil amalgama basculante que es el carácter de cada uno. Incluso Fafnir, el más arquetípico y plano de los personajes, una suerte de mal encarnado, encuentra la fuente de su odio en el despecho y el desamor. En el fondo no es más que un pobre desgraciado, que viendo frustradas sus aspiraciones amorosas, maldice el objeto de su daño. ¿Hubiera habido Fafnir-dragón si su amor hubiera sido correspondido? Seguramente no. Y es que “Siegfried” es, por encima de todo, un canto al poder del Amor. Pero que nadie lo interprete como un amor noño e ingenuo, como una historia sensiblera, porque no es así. Es un canto al poder del amor en todas sus facetas y afluentes: hacía los hijos, hacía la pareja, hacia los amigos, etc…y, como no, en su más desviadas manifestaciones o ausencias: los celos, el egoísmo, la envidia, el rencor, la inmisericordia, etc. Es un amor fuerte,  capaz de superar y subvertir todo, de doblegar incluso lo indoblegable. El mismo Odín, que ansia el pleno control sobre la creación, dirá de él que es “el origen de todos los males”, y lo dice porque escapa a su poder, porque es imprevisible, porque cala hasta en aquellos que son fieles a su ley y designios. Por eso se le ofrece el dilema de conquistar el poder absoluto,  el Oro del Rin, el anillo del nibelungo, que implicaría la destrucción total del amor…o sucumbir ante éste último y dejar el mundo a su libre albedrío, más allá de su ley.  Este es el dilema que se le ofrece al padre de todo. ¿Podrá el amor ayudar a Siegfried en su lucha con Fafnir? ¿Podrá el amor romper la inquebrantable lanza de Odín? ¿Significará eso el ocaso de los dioses?



Qué duda cabe entonces que  uno de los temas principales de la obra, y de la obra wagneriana, es la lucha del amor, que se asocia a la naturaleza y la libertad,  contra el poder, asociado a la civilización y la ley. ¿Y qué significa el anillo? Pues eso dependerá del sentido que cada lector le atribuya. Algunos han querido ver en él una representación de lo industrial y su poder alienante sobre el hombre libre, primitivo y esencial, convencido amante de la naturaleza. Pero da igual. La historia que nos presenta el “Siegfried” de Alice no requiere de interpretaciones en clave sociológica ni psicológica para ser plenamente disfrutada y entendida. El poder de sus imágenes, de su épica, es tal que no requiere de ello para alzarse a  cimas del noveno arte que pocos alcanzan. Es una conmovedora y vibrante historia de dioses,  héroes y magia.



¿Hay diferencias argumentales entre la obra de Wagner y la de Alex Alice? Pues sí, las diferencias son numerosas. Algunos personajes  no existen en el original wagneriano (Völva),  otros no aparecen en la versión de Alice ( Loke, Fasolt, etc), y otros suponen una reinvención. Por ejemplo, Fafnir, aquí un nibelungo,  supone en gran medida una fusión del Fafnir (gigante)  y el Alberich ( nibelungo)  de la ópera wagneriana. La madre de Siegfried no es una Valkyria, como aquí, si no Sieglinde, una mortal (nacida de la relación de  Odín con una humana), que concibe  un hijo con su hermano mellizo Siegmund, mancillando el honor de su legítimo pero detestable esposo Hunding. Un sacrilegio que Odín deberá castigar muy a su pesar.  Y aún hay muchas más variaciones y cambios,  que lejos de ser un pero a la obra de Alice, son un acierto, ya que se mantiene la carga épica y dramática del original pero con una renovación del material de base  que el lector, ya versado en los antecedentes, agradece. Alice se sirve de esos referentes para crear una historia nueva, fresca,  que respeta el espíritu original y muchos de sus ejes centrales, pero que tiene una personalidad propia. 




Para aquellos que quieran una adaptación más fidedigna y fiel a las óperas wagnerianas les recomiendo, sin dudarlo, la magnífica versión de P. Craig Russell que, además de ser un brillante dibujante y  hábil adaptador, es un profundo conocedor de la materia. Aunque, vaya por delante, que  recomiendo sobretodo  leer ambas ya que ambas suponen un maravilloso y diferenciado acercamiento a una saga que hunde sus raíces en el mito ( por cierto, que ya existe un integral sobre la de Russell - yo la tengo en cuatro volúmenes- pero aún no de la de Alice). 




¿Y qué hay del apartado gráfico a cargo del mismo Alice? Sinceramente me parece un trabajo realmente asombroso, en la línea también brillante del que él llama su “hermano de armas”, Mathieu Lauffray (Long John Silver, Prophet…). Alice ofrece un continuo espectáculo visual de primer orden donde se aprecian diversas influencias, como el lado más realista de la factoría Disney o el Manga, pero siempre modulados por su propio estilo. Su dominio de los paisajes  y las panorámicas es fascinante. Unos paisajes atmosféricos y narrativamente esenciales, porque en “Siegfried” el paisaje y los elementos (lluvia, viento, nieve, etc) son personajes de especial relevancia. Sus ilustraciones captan a la perfección la grandiosidad  de la Naturaleza y la Creación, su desbordante magia y animismo, su trascendencia, que se verá encarnada en la figura de Edda, la madre Tierra. Sus viñetas, donde Mime y Siegfried son seres minúsculos frente a una inconmensurable naturaleza, son impresionantes. Alguna de ellas, como la de la plancha 40 del segundo album, demuestra por diversas razones que no estamos ante un cómic cualquiera. En ella, Mime hace mirar de nuevo a Siegfried, y de paso al lector, el paisaje frente al que se encuentran. En un principio, Siegfried, al igual que nosotros como humanos “desencantados”, que ya no creemos en el mito y que hemos perdido la capacidad de ver la huella divina en la naturaleza, ve en el paisaje una  catarata, monumental y preciosa eso sí, pero una simple catarata al fin y al cabo. Pero si lo vemos con los ojos de Mime (un nibelungo, un ser pagano y por tanto perteneciente a la esfera mítica y animista), si atendemos a sus indicaciones, vemos en ella un colosal Gigante que sujeta el agua con los brazos. En una sola escena, Alice nos muestra esas dos maneras de ver y relacionarse con el mundo y la naturaleza tan diferentes: una, la nuestra de hoy en día, y la otra, la de nuestros antepasados, que veían la huella de lo divino, con la que luego tejían el mito, por todas partes.



Por otro lado, Alice muestra un amplio repertorio en su estructuración de  página y composición de viñetas. Las hay grandes, pequeñas, con marco, sin marco, con fondo oscuro, con fondo blanco, con fondo ilustrado, de una página, de dos páginas, con las tradicionales formas cuadradas y rectangulares, con formas que amplían ese limitado espectro geométrico,  etc, etc. Y es que el francés muestra un apabullante dominio de la narración y el ritmo, ágil como el cinematográfico pero exclusivo del cómic.

Otro de los aspectos que me han llamado mucho la atención, y en positivo, es su habilidad narrativa sirviéndose exclusivamente del dibujo, de la sucesión y alternancia de viñetas, de los gestos y miradas de sus personajes, del montaje y gesto de sus acciones.  Su prosa visual es tan poderosa y operística que muchas veces no requiere palabras y Alice es plenamente consciente de ello. Por eso,  emplea las palabras justas y necesarias. Es habitual encontrar páginas enteras sin texto y, cuando aparece, siempre es traído con tino, amén de estar perfectamente engarzado con las imágenes. Y es que, para colmo, Alice escribe bien, lo que genera una fusión de imagen y palabra  de altísimo nivel.



En cuanto a la ilustración de los personajes, decir que, emplea un registro  apropiado al carácter de cada uno de ellos. Sus representaciones de Odín, de Siegfried, de las Valkyrias, son majestuosas en su tendencia realista, mientras que sus representaciones del nibelungo Mime o de la bruja Völva, más cercanas a lo fantástico, apuntan su espectro estilístico hacia otros derroteros. Mención aparte merece su colosal dragón, hábilmente manejado  en todas sus apariciones para que nunca pierda su efectismo.

El color es generoso y elaborado, acertado en su aportación dramático-narrativa, siguiendo  la línea de calidad general del conjunto de la obra.

En definitiva, el “Siegfried” de Alex Alice es, a mi humilde parecer, un imprescindible para los amantes de la aventura, el mito y la épica, y para el aficionado a los buenos cómics e  historias en general.

Aquí os dejo un trailer, como adelanto de su versión cinematográfica, que no pienso perderme llegado el momento. Además su música pertenece al inicio de “El Oro del Rin”, la brillante partitura con que Wagner abre su monumental e imperecedera tetralogía.



También, y teniendo en cuenta que éste no es solo un blog de cómics, os  animo a escuchar las interpretaciones de las óperas de Wagner realizadas por Pierre Boulez, que en el 80 obtuvo un Grammy Award a la Mejor Opera del Año, o la de Georg Solti y la Orquesta Filarmónica de Vienna, que son las que yo tengo y gusto de disfrutar de vez en cuando. 


Por otro lado, y para los aficionados al cine, os recuerdo que hay un peliculón mudo (compuesto por dos partes)  del maestro Fritz Lang que fue rodado, con todo lujo de medios para su época,  en Alemania, antes de su exilio.



  
AVISO. SPOILER. LO QUE SIGUE PUEDE REVELAR DATOS FUNDAMENTALES SOBRE LA RESOLUCIÓN DEL ARGUMENTO.

Un aspecto, muy de mi gusto, y que no he revelado arriba por no revelar a nadie más cosas de lo necesario, pero que no me resisto a dejar de comentar,  es que el ocaso de los dioses, tan temido por Odín, no radica aquí en el mítico Ragnarok, la lucha final entre los dioses nórdicos de Asgard con los temibles seguidores de Loki, si no en algo más sutil. El final de la era de los dioses, de la hegemonía de Odín, no viene con la derrota en la batalla, si no con la derrota por vía del amor. El hallazgo de Alice es presentarnos esta victoria del amor sobre la Ley como el nacimiento de una nueva Era, donde los mortales y el Amor tejerán su propia historia, al margen del designio de los dioses. Una idea bellamente representada con una amorosa escena que nos recuerda a la situación vivida por Adán y Eva, expulsados del Paraíso de la inmortalidad, lejos del paternal tutelaje de Dios, pero que aquí es saludada con efusividad por parte de ellos. Una versión pagana de la historia de siempre, aquella que sitúa al hombre como un ser libre, amo y señor de su propio destino, para bien o para mal.

La trilogía de Alice se cierra de esta forma, más  abierta y jubilosa,  sin mostrar los trágicos acontecimientos que viven Siegfried y Brunilda en “El Cantar de los Nibelungos” o en la última pieza  de  la tetralogía de Wagner. 



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Mi valoración: 9 ( sobre 10)